Siempre me ha atraído el aprendizaje. Estudié diseño gráfico y me encantó, pero pronto me di cuenta de que, sin una base estratégica, el diseño por sí solo carece de un verdadero impacto, así que me especialicé en marketing. Al mismo tiempo, mi fascinación por las emociones humanas y los patrones de comportamiento me llevó a explorar la psicología transpersonal, buscando comprender las fuerzas más profundas que moldean nuestras vidas.

 

Con el tiempo, mi camino espiritual evolucionó. Trascendí las raíces católicas de mi familia y encontré una profunda conexión con el budismo, conectándome con sus enseñanzas sobre la liberación de reacciones preprogramadas. Más tarde, me di cuenta de que, sin conocimientos de negocios, gestionar cualquier proyecto creativo es un desafío, así que cursé una maestría en administración de empresas. Mi pasión por la exploración incluso me llevó al mundo del vino, donde me certifiqué como sumiller según el programa de estudios de Barcelona y completé el nivel 2 del WSET.

 

Sin embargo, a través de todas estas experiencias, la pintura siguió siendo mi constante: una meditación, un portal a otros mundos y una forma de expresar lo invisible. Entonces, la vida cambió...

 

En 2020, perdí a mi hija. En 2023, luché contra el cáncer. Estas experiencias me hicieron profundamente consciente de la fragilidad de la vida. Decidí vivir cada momento plenamente, volcar mi energía en lo que realmente importa. Y la pintura es una parte esencial de ese viaje. Si he de dejar algo en este mundo, quiero que sea un legado de resiliencia, luz y alegría.

 

 

Una fascinación por las aves que dura toda la vida

 

Las aves siempre me han cautivado, no solo por su belleza y su capacidad de volar, sino porque, a pesar de su aparente fragilidad, sobreviven contra viento y marea. Sin importar el día, escuchar el canto de las aves siempre es reconfortante. Su canto me brinda una profunda sensación de bienestar porque solo cantan cuando todo está bien.

Los colibríes, en particular, siempre me habían intrigado. Son tan pequeños y veloces que rara vez se tiene la oportunidad de verlos con claridad. Pero cuando comencé a explorar su significado espiritual, ocurrió algo mágico: empezaron a visitarme. Esos encuentros se convirtieron en momentos de profunda conexión, como si transmitieran mensajes de lo invisible.

 

 

La conexión del colibrí

 

Desde el fallecimiento de mi hija, las mariposas y los pájaros me han visitado de maneras que parecen más que una simple coincidencia. En esos encuentros fugaces, siento su presencia: un vínculo inquebrantable que trasciende el tiempo. Estos momentos inspiraron mi Colección Colibrí, donde cada cuadro es más que una imagen; es un símbolo de amor, resiliencia y conexión.

 

Los colibríes, con su belleza iridiscente y su energía desbordante, se sienten como pequeños mensajeros de lo invisible. A través de mi obra, busco capturar sus deslumbrantes colores y formas, pero también la maravilla, la esperanza y la sanación que representan.

 

Más que simples pinturas, cada retrato de colibrí se crea con la intención de irradiar adaptabilidad y resiliencia en cada hogar que visitan. Estas aves, tan pequeñas pero poderosas, nos recuerdan que nosotros también podemos afrontar los desafíos de la vida con gracia y fortaleza.

 

Cada pieza es una celebración de la vida y un homenaje a la idea de que el amor siempre encuentra el camino de regreso a nosotros.